JESÚS NAVAS, UN FUTBOLISTA ESPECIAL

En Jesús Navas González, natural de Los Palacios y Villafranca, concurre una curiosa paradoja deportiva. Seguramente sean más de una pensándolo mejor, deportivas y personales, pues en Jesús coinciden circunstancias que se podrían calificar de extrañas o irracionales por oposición al sentido común y a la opinión general pero que analizadas y motivadas se pueden considerar como justas, lógicas o conforme a la razón. No se trata de realizar en estudio psicológico, ni deportivo, ni tampoco personal; ni mucho menos. Se trata de reconocer con esta pequeña reflexión una sincera admiración, y reconocimiento mismo de su figura, valga la redundancia, tanto a nivel personal como deportivo. Por cercanía geográfica, por afinidad rural, por su parquedad en palabras, por su sencillez, por su juventud, y por muchas razones. Y ahora, en este momento, más y mejor. Cuando posiblemente juegue algunos minutos antes de que acabe esta Liga 2010/11, cuando las lesiones y el cansancio acumulado de la intensidad mundialista le está pasando factura (también a muchos otros), y cuando definitivamente el Sevilla F.C. cerrará ciclo y abrirá otro, parece un momento oportuno para apuntar que Jesús puede ser el punto de unión entre ambos ciclos, parte de la columna vertebral, y si él quiere la médula espinal. Creo no exagerar. Si se confirma que Frédéric Kanouté no continúa y pone fin a su glorioso ciclo sevillista (el Mejor Jugador Extranjero de la Historia del Sevilla es poco), Jesús asumirá los galones de capitán, de referente, sí digo bien, de referente, pues en él se pueden ver reflejados muchos niños y jóvenes, y más mayores también, y viéndolo a él recordaremos en tiempo presente un reciente pasado de éxitos y que será la base del crecimiento futuro hacia otros ciclos e hitos a conseguir. Decía hace unos años Thierry Henry, a su llegada al Barcelona, que había un jugador en la liga española que le encantaba cómo jugaba, por su rapidez, su habilidad, su delgadez, su potencia en el disparo y por ser un jugador especial. Y no lo decía a los medios, lo decía a sus amigos ingleses y franceses a modo de comentario personal. Hablaba de Jesús, y cuando lo oí y quién lo decía (Campeón de Europa, del Mundo, de la Champions, de la Premier, Ligue, Liga y el palmarés continua…), me sentía orgulloso, por que sí, como si lo dijera de alguien muy cercano. Rematando ya, que si no la reflexión se va a convertir en un ensayo filosófico, diré que no puede haber mayor paradoja que aquella en la que un jugador de fútbol vaya a su selección nacional no cuando lo llame el seleccionador, sino cuando él y su entorno consideren que ha llegado el momento adecuado de maduración psicológica para que se produzca la llamada. Calidad no le falta, extremo derecho el mejor, decisión y precisión dentro del campo sin lugar a dudas, personalidad y fortaleza mental aún con margen de mejora, razonablemente. Jesús Navas, tras debutar con la Selección Española de Fútbol a finales de 2009, en menos de un año se proclamó Campeón del Mundo en Sudáfrica, iniciando en la gran final la jugada histórica del ya mítico gol Iniesta. Nada más, y nada menos.