LLEVO UN PIN

Se que tenia que haber iniciado mi participación en este espacio, en esta página, con este artículo que a continuación os pongo, es de Jesús Alvarado, y lo escribió en un momento en el que el Sevillismo necesitaba recuperarse de las heridas, volver a presumir de Sevillismo, que sentirse orgulloso siempre lo había hecho. Os lo pongo ahora, hoy, y lo pongo por que si, por que estimo que hoy volveremos a sentirnos como empezamos a sentirnos cuando se publicó este artículo.

LLEVO UN PIN

Lo llevo siempre, junto a mi corazón. Y lo llevo porque con ese logo carmesí llevo a mi abuelo Juan y a sus 91 años de vida, con su pañuelo blanco hecho una bola en la mano y sus ojos brillantes mirando un televisor en blanco y negro y gritando “qué grande es ser sevillista” celebrando un gol, uno, de un partido, uno, de su Sevilla. Con ese logo llevo a mi padre, en su fila 14 de Fondo, cada tarde de domingo, y llevo a aquel niño que fui, cruzando Eduardo Dato cogido de su mano, camino de la fábrica de sueños de Nervión. Con ese logo, llevo cada gol que mi garganta haya podido gritar, y cada abrazo alborozado de celebración; llevo también cada lágrima derramada, de pequeño y de mayor, y llevo la voz de mi madre tratando de consolarme: “Anda ya, chiquillo, no seas tonto, que a ti el fútbol no te va a dar de comer…” . Con ese logo llevo infinitas horas infinitas escuchando las palabras de mi padre, hablándome de Campanal, de Juanito Arza, de Achúcarro, de Helenio Herrera, de Pepillo, de un Sevilla campeón. Con ese logo llevo cada gota de lluvia que me empapó viendo al Sevilla y cada tarde de calor abrasador en la grada alta del Gol Sur, llevo todos y cada uno de los Sevilla-Betis que jugué en el patio del colegio y del instituto, muchos contra muchos, y llevo las peleas y discusiones de tantos lunes negros, cuando perdíamos y ganaban los otros, y sabías lo que te esperaba al entrar en clase. Llevo con ese logo las ilusiones y las desilusiones, las risas, los saltos, los cánticos, los llantos, los nervios, los sueños, las tragedias, las manías; llevo todos y cada uno de los partidos que nunca pude ni escuchar por la radio y llevo todos esos cuartos de hora finales que no fui capaz de quedarme a ver. Con ese logo vuelven a estar conmigo, cada segundo, los amigos que a lo largo de tantos años compartieron y comparten el mismo grito atronador de gol, el mismo viaje a donde hiciera falta, la misma lágrima amarga de la derrota, la misma alegría sin control de un derbi ganado, de un ascenso, de una victoria in extremis. Y, con él, llevo también la memoria y el recuerdo eterno de los que se fueron y ya no volverán. Llevo el calor de esos besos de sevillista que nunca más recibiré porque los labios que los daban ya no están y llevo la magia de ese abrazo, imposible más fuerte, que se quedó grabado en algún lugar del tiempo, con algún gol de algún jugador que en algún campo alguna tarde vestía la camiseta del Sevilla FC. Llevo, con este logo, el orgullo que me enseñaron los que me enseñaron y el orgullo que enseñaré a los que yo enseñe, si es que he de enseñar a alguien. Llevo las manos de cada sevillista que un día aplaudió a mi equipo, el corazón de cada sevillista que a lo largo de cien años ha sentido lo que yo, llevo a gala el mejor título que se pueda nunca conseguir. Nunca has visto ganar un título, me dicen algunos tratando de hacer daño. ¿Títulos? El único título que me importa a mí es el de sevillista y con este logo lo grito y lo proclamo. Y lo hago en nombre de todos los que en el último siglo, en algún lugar del mundo, alguna vez, hipotecaron su vida con este sentimiento sevillista. Los que fueron, los que son y los que serán. Llevo este logo porque este logo dice que el sentimiento que yo heredé, que vivo y que transmitiré, cumple cien años de vida. Llevo este logo cerquita de mi corazón porque creo que, de alguna manera, así ayudo a que el sevillismo se haga un poco más grande. Llevo el logo del centenario porque soy sevillista. Y porque quiero que la gente lo sepa.