El buen campesino sabe que la hoja con la que cortes la hierba debe de estar limpia, limpia de mohos, de podredumbre, de óxidos que intoxiquen lo que tocan, lo que cortan. No se puede ir infectando lo que tocas, lo que dices que cortas, por qué haces más daño, contaminas mas, que la hierba o mala hierba que pretendes cortar.
Obervese la autonomía del cortador de césped.
Tú no eres campesino, tampoco segador, eres un simple mandado a las ordenes del que te ordena, bajo los mandos del que te manda, simplemente eres alguien al que se usa, un correveyescribe, eres la maquinita doméstica de cortar el césped de un patio pequeño, no muy grande porque se quemaría, de familia con pretensiones pero sin llegar a ser.
Te duele la grandeza de los que no son como tú, te duele que alguien se rebele ante lo que tú te humillas, te duele en tu ínfimo corazón de estomago agradecido, de mandado del señor, de obediente escribiente de las vergüenzas capitalinas.
No mereces ni una línea más de las que te he escrito, alguien que no es periodista, ni mandado, ni obediente correveyescribe como tú. Solo quiero a modo de despedida contestarte a una pregunta usando a un paisano, a un Sevillano, si churrita si, a otro “yonki y gitano” como yo.
¿Quién es el culpable del odio al Madrid?
Me preguntas mientras vomitas tus miedos
a las ordenes de tu amo
Quien es el culpable
¿y tú me lo preguntas?
El culpable es la gente como tú.